De las
aventuras de Sam surgen lecciones
básicas, reglas que le permitieron ver la mina de oro que había en aquella
primera pila de bananas en descomposición.
1. Veálo por usted mismo. Cuando Sam decidió convertirse en
productor bananero, se trasladó a la selva en Honduras. Plantó los tallos,
caminó los campos y cargó los barcos con bananas. Creía que esa era su
principal ventaja frente a los ejecutivos de United Fruit (U.F.), el gigante
que lideraba el mercado y contra el que luchó por más de una década. U.F. era
más grande, pero era operada desde una oficina en Boston. Zemurray, en cambio,
estaba en el campo; entendía a sus trabajadores, cómo se sentían, lo que temían
y lo que creían.
2. No trate de ser más inteligente
que el problema. A
fines de la década de 1920, U.F. y la compañía de Sam buscaban adquirir un
mismo terreno fértil en la frontera entre Honduras y Guatemala. Sin embargo, la
tierra parecía tener dos dueños legítimos, uno en Honduras y otro en Guatemala.
Mientras U.F. contrataba abogados y encargaba estudios con el fin de determinar
quién era el verdadero dueño, Zemurray simplemente la compró dos veces, una vez
a cada propietario. Un simple problema merece una simple solución.
3. No confíe en los expertos. En los años 30, golpeada por la Gran
Depresión, U.F. acudió a expertos para diseñar un plan de acción. Zemurray,
quien para entonces era el mayor accionista de U.F., se dirigió en cambio a los
capitanes, quienes le contaron que les habían pedido que redujeran la velocidad
en sus viajes para ahorrar combustible. Cuando Zemurray asumió el control de la
empresa les ordenó que en lugar de reducir la velocidad de sus botes, hicieran
menos viajes. En seis meses, las acciones de U.F., que habían bajado de US$100
a US$10, despegaron a US$50.
4. El dinero siempre puede volver, pero la reputación se pierde para siempre. A principios de su carrera, Zemurray se asoció con U.F. Recibió dinero y ayuda para distribuir su producto; él, a su vez, le ofreció a la empresa el uso de sus barcos. Un año, cuando los trabajadores iniciaron una huelga en Nicaragua y bloquearon los ríos del país, U.F. rompió el bloqueo con las embarcaciones de Zemurray, pintadas con el logotipo de su empresa. Eso lo volvió un hombre odiado en Nicaragua y se convenció de que debía disolver su sociedad, sin importar lo mucho que había ganado de U.F. Una persona que no controla su nombre e imagen no tiene nada.
5. En caso de duda, ¡haga algo! Cuando Sam compró U.F., en 1932, la
empresa estaba al borde del abismo. El precio de su acción estaba casi en cero
y perdía a sus mejores empleados. Zemurray viajó a América Central y del Sur,
reuniéndose con trabajadores para conocer sus ideas. Los muchachos tienen que
saber que hay una persona a cargo. Si piensan que uno sabe lo que está
haciendo, entonces te seguirán a cualquier parte, explicó.
Fuente de
la noticia:
http://www.estrategiaynegocios.net/2012/06/11/cinco-lecciones-empresariales-de-un-magnate-bananero/
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